Nos reunimos para dar un paso más en la comprensión de la dinámica que atraviesa el deporte y el crecimiento.
Partimos de algunas consideraciones que vinculamos con las etapas evolutivas de niños y jóvenes.
Hoy intentamos profundizar un poco más en la búsqueda de la comprensión, recordando siempre el ejercicio del pensamiento crítico.
Estamos aquí para entender, no para decir quién tiene razón y quién no.
Dicho esto, ¡el primer enfoque está en la motivación!
A menudo escuchamos: "tienes que estar más motivado", "tienes que trabajar en la motivación", "deberías motivar a esta persona y no a la otra".
Pero ¿qué es la motivación?
Técnicamente, la motivación es una fuerza -interna o externa-, que nos empuja a actuar para lograr un objetivo. Este impulso nos lleva a actuar, dirigir y mantener nuestro comportamiento hacia lo que podemos considerar un objetivo (personal, social, bienestar, deportivo).
Ya desde esta primera explicación me hace pensar que es bastante superficial y fácil basar todo en la motivación.
Es evidente que la “motivación” está estructurada y, como todas las cosas estructuradas, necesita ser comprendida y conocida. ¿Cuál es el mayor riesgo de usarla sin entenderla? Lo primero que me viene a la mente es: si ganas estás motivado, si pierdes no; si entrenas bien estás motivado, si entrenas mal no.
De forma muy simplista conectamos todo con la motivación sin considerar que los resultados también tienen una estructura propia y que, por tanto, requieren un proceso de conciencia y una arquitectura de comportamientos.
Avanzando con la comprensión de la motivación podemos encontrar otras ideas interesantes:
Principales funciones de la motivación:
• Activación: es el componente energético que proporciona el impulso para la acción.
• Orientación: determina la dirección del comportamiento hacia objetivos específicos, tanto materiales (alimentos) como inmateriales (bienestar psicológico).
• Persistencia: ayuda a mantener el compromiso y el esfuerzo para superar obstáculos y lograr el resultado deseado.
Tipos de motivación:
• Intrínseca: proviene del placer, interés propio o satisfacción de realizar una actividad, sin necesidad de recompensas externas.
• Extrínseca: está impulsado por factores externos, como recompensas, reconocimientos, castigos o presiones sociales, que nos empujan a actuar para lograr algo.
¿Qué le afecta?
• Necesidades: nuestras necesidades fundamentales, tanto biológicas como psicológicas, son la base de la motivación.
• Valores: nuestros principios y lo que consideramos importante influyen en las decisiones y objetivos que perseguimos.
• Medio ambiente: la educación, la cultura y las interacciones sociales juegan un papel fundamental en el desarrollo y expresión de motivaciones.
• Cognición: nuestras percepciones, expectativas de éxito y planificación de objetivos pueden aumentar o disminuir la motivación.
¿A qué edad los niños y jóvenes son capaces de comprender todo esto? ¿O al capacitarlos también deberíamos intentar capacitarlos para que comprendan la arquitectura de la motivación?
Sin embargo, antes de seguir adelante, nos gustaría proponer otra “herramienta” de comprensión:
Francisco Seirul·lo Vargas, uno de los referentes en entrenamiento y formación deportiva (especialmente en el FC Barcelona), describe la carrera deportiva como un proceso de evolución que atraviesa varias etapas de desarrollo. Cada una responde a momentos biológicos, psicológicos y sociales distintos, y a formas diferentes de relacionarse con la práctica. Abarcan unos 10-12 años aproximadamente dependiendo del deporte. Estas etapas comienzan con la iniciación a la práctica y la fase regular inespecífica (entre los 5 y 7 años), donde predomina el descubrimiento del movimiento a través del juego. Luego se avanza hacia la formación genérica polivalente (8 a 10 años) y la preparación multilateral orientada (11 a 13 años), que sientan las bases para la iniciación específica en la adolescencia temprana (14 a 16 años).
A partir de allí, el proceso se centra en la búsqueda del alto rendimiento, que atraviesa la especialización (17 a 19 años), el perfeccionamiento (20 a 23 años) y finalmente la estabilidad competitiva (24 a 28 años). Después, el deportista entra en una etapa de funcionalidad decreciente, con fases de conservación, adaptación y readaptación al rendimiento no competitivo, que se extienden hasta los 40 años aproximadamente.
Cabe destacar que cada etapa conlleva una práctica distinta y que hay que tener en cuenta el deporte que se practica. Hay una gran diferencia, por ejemplo, entre deportes colectivos e individuales, desde el número de horas de entrenamiento, nivel de exigencia, presión, variable económica, etcétera. Sin embargo, de este autor podemos destacar que en el principio de la práctica deportiva lo más importante es descubrir el movimiento a través del juego, no “ganar”.
El investigador canadiense Jean Côté Otro estudió la importancia de las primeras etapas en el deporte de élite y la influencia de la familia. Este autor destaca que entre los 6 y 12 años los niños deben atravesar una etapa de “muestreo”, en la que se debería probar distintos deportes sin especializarse demasiado pronto, es en la adolescencia donde propone una práctica más focalizada. Por otro lado, Istvan Balyi plantea un modelo de desarrollo a largo plazo del deportista (LTAD), donde la primera infancia y niñez se centran en el juego activo, las habilidades básicas y los fundamentos del movimiento. El alto rendimiento aparece mucho más adelante. El objetivo final es que la persona sea activa y disfrute del deporte durante toda la vida, más allá de competir.
Estos autores, entre otros, coinciden en la importancia del deporte a modo de juego durante la infancia, el descubrimiento del movimiento a través del disfrute y no de la competencia o la presión por rendir. De esta manera, viendo el deporte como una experiencia positiva y divertida, los niños aumentarán sus posibilidades de desarrollarse como deportistas, o simplemente construirán una relación sana con la actividad física que los puede acompañar toda la vida.
Al mirar estas etapas con la lente de la motivación, comprendemos cómo ésta cambia de sentido según el momento evolutivo. El punto de vista del deportista de élite es verdaderamente interesante, porque nos hace comprender que la motivación no debe utilizarse en el modo “causa-efecto”, sino que debe insertarse, evaluarse y utilizarse dentro de una arquitectura de elecciones donde quede claro que el compromiso, la perseverancia y la disciplina son elementos fundamentales del crecimiento personal y deportivo.
Basar todo en ese impulso interno puede no ser funcional para el crecimiento. Reconocer que se trata de un equilibrio complejo de variables —que además no siempre dependen de nosotros— abre un espacio valioso para la reflexión.
El crecimiento personal y deportivo debe expresarse cada día a través de elecciones conscientes conectadas con el momento de evolución.
Con este enfoque, los adultos comparten con los jóvenes un camino de crecimiento personal basado en la conciencia, lo que supone una evolución sustancial en su papel de liderazgo. De ahí la importancia de comprender las etapas evolutivas.
Entender la arquitectura de las elecciones de cada joven, y en especial de cada joven deportista, es fundamental para favorecer un desarrollo armónico. Forzar este proceso puede ser contraproducente: la energía se agota rápido, el aprendizaje se limita y, en última instancia, el riesgo de abandono prematuro aumenta.
Poner el foco en la coherencia, el compromiso y la disciplina abre la puerta a una toma de conciencia real, que se traduce en acciones concretas y sostenibles en el tiempo.
Y, siguiendo con esta idea de arquitectura, en el próximo artículo abordaremos la atención y la concentración, dos pilares que forman parte de esa base necesaria para orientar las elecciones de manera consciente.
Antes de despedirnos, dos cosas:
1) Si tienen alguna duda o comentario, nuestros correos electrónicos están aquí:
ROCIO: rociolambertiquiros@gmail.com
MICHELE: info@baggiomichele.it
2) Con el claro objetivo de entrenar el pensamiento crítico, dejamos una pregunta a modo de reflexión:
¿Estamos ayudando a los jóvenes a descubrir el juego y la disciplina, o simplemente a buscar la gratificación inmediata?
Nos vemos en noviembre.
Referencias
· Seirul·lo Vargas, F. (2002). El entrenamiento en los deportes de equipo. Apunts: Educación Física y Deportes, (67), 48–56.
· Côté, J. (1999). The influence of the family in the development of talent in sport. The Sport Psychologist, 13(4), 395–417.
· Balyi, I., & Hamilton, A. (2004). Long-Term Athlete Development: Trainability in childhood and adolescence. Windows of opportunity, optimal trainability. Victoria: National Coaching Institute British Columbia & Advanced Training and Performance Ltd.